Y bailó hasta que le sangraron los pies, como si de repente se hubiera propuesto usar aquellas punteras que abandonó, no hace tanto, en el armario donde escondía lo que siempre quiso ser.
Y de repente dejó de marearse y consiguió centrar la vista, y se encontró de nuevo, con aquella cara ahora transformada por las vicisitudes de los (poquitos) años que vivió, y por los grandes anhelos que solía suspirar; con aquella mirada irónica del que pone los pies en la tierra y por fin se atreve a caminar.
Y salió a la calle y pudo sentirse por fin la reina del mundo, y nunca más volvió a mirar al suelo, y miró al mar como si jamás lo hubiera visto, y respirando aquel aire calentito y salado que solo son capaces de notar los que nacieron de la arena, ... Te volviste a aparecer, tembloroso, y ya nunca pudiste volver a mirale el pelo al anochecer, porque de repente se volvió luz,... y te quemaste.